Inusitadamente, el
silencio que había en el ambiente se vio interrumpido por el sonido de un vaso
de cristal estrellándose contra la pared.
-”¡Me dijiste que
estarías siempre! Y ahí estás, sonriendo como si no pasara nada, ¡Eres una
jodida mentirosa!, me traicionaste...”-Su voz se quedó en apenas un débil
susurro. Mientras que sus débiles rodillas caían en medio del suelo de la
cocina. Ese espacio, en el que sus padres siempre se reunían para charlar
sobre medicinas cuando cocinaban juntos.
El sol casi se había
ocultado, dando paso a un maravilloso atardecer. Los últimos rayos, iluminaban
débilmente toda la sala. La chica, apenas se movió de donde se encontraba,
estaba paralizada.
La luz del día fue
apagándose, dándole un toque precioso dentro de la vivienda. La cocina tenía un
color sencillo, nada extravagante ni llamativo, un color blanco para las
paredes y un tono beige para los muebles. Al igual que las paredes, la barra
americana también poseía un color blanco gracias al mármol que lo cubría, donde
se encontraba el ordenador, inservible como los muchos electrodomésticos de la
casa, aunque limpios y en su lugar, como si el paso de los años no
los hubiera afectado.
-”Lo siento...No debí
gritarte, no tienes la culpa de que no estés aquí ¿Me perdonas?”.- Su actitud cambió
de una forma sorprendente, mientras se acercaba al cuadro hecho añicos. - “Alysa
no lo volverá a hacer mami ... Pero es que, estoy muy sola entiéndeme ¿Sí?”- Sus
pálidas manos, apartaron los trozos de cristal que todavía quedaban en el
cuadro.
"
Egoísta, eres una sinvergüenza..."
Pequeñas gotitas
saladas, le surcaban por las mejillas hasta llegar al rostro de su madre. El
tono de piel era morena, el color de aquellos ojos reflejaban un frío color
celeste; nada comparada a su hija. La complexión del cuerpo era delicada pero a
su vez fuerte.
-”Yo nunca pude ser lo
que querías, siempre fui diferente a tu manera de ver,”- La voz era suave,
miles de imágenes pasan como si de una película se tratara .-”Y aún así, me
acunaste en tu regazo desde que nací ”.- Temblorosas manos palparon su
cara, con el único fin de poder ocultar esa mirada, de un color gris azulado.
"Mala
agradecida, debilucha, que no sabes hacer nada..."
El cuerpo de Alysa,
tenía una estructura atlética y delgada. No se permitía el lujo de cocinar,
después de siete años apenas existía la electricidad. Prácticamente, se bastaba
de todo lo que le proporcionaba la caza. La carne, era un alimento exclusivo
para ella, necesitaba evitar a toda costa no volver a tener anemia, como
tantas otras ocasiones tuvo de pequeña.
Cuando nos ponemos
a pensar y a observar cuidadosamente lo que nos rodea, nos podemos dar cuenta
de muchos detalles.
Una persona propensa a
padecer todo tipo de enfermedades es bastante lógico que muera mucho antes que
cualquier otro ser humano. Sin embargo, ahora dicha persona con un simple
cambio en el hábito alimenticio, es capaz de sobrevivir tranquilamente en
un mundo donde la epidemia ha arrasado con vidas mucho más fuertes que ella.
"Esos humanos
que me encantaría, hincarle los colmillos y chuparle hasta la última gota de su
vida"
Con suma lentitud, fue
recuperando el control de su cuerpo y pudo levantarse del suelo con el retrato
en una de sus manos.
Al sentarse en unos de
los tres taburetes que decoraban la barra americana, soltó el cuadro al lado de
una malgastada libreta.
En su contenido, podía
verse como ella iba plasmando todo sus sentimientos y recuerdos. Sus palabras
eran las siguientes:
“ Me encontraba sola en
casa .Mis padres se fueron dejándome atrás.
Recuerdo parte de esa
noche, los pasos, la respiración entrecortada. Me iban a matar, lo intuía. El
sonido de unos zapatos se detuvieron frente a mí.
En la oscuridad, notaba
como ese áspero aliento desquiciaba y corrompía todo mi abatido cuerpo, con
cada bocanada de aire que yo aspiraba.
El cansancio me abrazó
con mucha fuerza, la inconsciencia estaba más cerca de lo que creía. A lo
lejos, se escuchaban gritos, disparos.
Cuando me desperté,
estaba tumbaba en la cama, como si todo lo que había presenciado fuera una
dolorosa pesadilla. ¡Qué grande fue mi error, al pensar que era producto de mi
imaginación !
Por un tiempo,
intenté culpar a esa misteriosa enfermedad, pero fracasé. Es imposible culpar a
los únicos que fueron capaces de aceptarme y que ahora son mi única familia.
No puedo recordar más de
aquella espantoso día, aunque siento en mi boca, ese sabor amargo que hace que
me despierte empapada en sudor todas la noches...”
Ahora, le toca a ella
seguir la historia porque realmente es su historia a partir de este momento.
"Nunca
encontraré nada capaz de sanar mi alma, simplemente porque carezco de
ella".-Me dije a mí misma.- ¿Será que nunca llegué a tener
una?"